Fortalecimiento de la resiliencia ante la sequía
24 octubre 2025

A pesar de contar con una extensa red fluvial, Sudamérica ha sufrido graves sequías desde mediados de 2023. En todo el continente, los niveles de los ríos descendieron significativamente. En 2024, el Río Negro alcanzó su nivel más bajo desde que se iniciaron las mediciones en 1902. Irónicamente, los largos periodos de sequía aumentan el riesgo de inundaciones.
Mayor riesgo de inundaciones
El suelo endurecido absorbe menos agua. Cuando llueve intensamente, especialmente en terrenos escarpados, la escorrentía desciende rápidamente por las laderas hacia los arroyos y ríos. En las ciudades densamente pobladas, los sistemas de drenaje de concreto se obstruyen o desbordan rápidamente. Las fuertes lluvias provocaron inundaciones generalizadas en Colombia y Venezuela a finales de junio de 2025. Científicos de todo el mundo señalaron la necesidad de contar con estaciones de monitoreo de precipitaciones a largo plazo para ayudar a mejorar los modelos climáticos.
Esta recomendación se produjo solo seis semanas después de la Conferencia de las Partes (CoP-33) del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global. Los debates durante la reunión de Paraguay hicieron hincapié en la urgencia de la cooperación y los datos abiertos. Las organizaciones locales quieren más capacidad para recopilar datos sobre el agua y el clima. Además, el amplio acceso a información consolidada para los modelos de predicción beneficiará a millones de residentes, ya que el aumento de la temperatura del aire y la disminución de las precipitaciones tienen consecuencias de gran alcance, desde la disponibilidad de agua potable hasta la electricidad.
Suministro de agua inseguro
Cuando los niveles de los embalses son bajos, las empresas de agua potable suelen imponer medidas de conservación del agua. La escasez extrema de agua puede dar lugar a racionamientos. En Bogotá, Colombia, varios embalses se vieron afectados cuando la empresa de acueductos y alcantarillado observó niveles de agua históricamente bajos.
A su vez, la calidad del agua también se convierte en una preocupación. El clima más cálido y las olas de calor favorecen la proliferación de algas. No todo el crecimiento de algas es tóxico, pero las empresas de servicios públicos incurren en más costos para el tratamiento del agua.
Generación de energía poco confiable
Los bajos niveles de los ríos también significan un bajo caudal de agua, lo que amenaza la generación de energía hidroeléctrica. Ecuador ha invertido mucho en presas. Las centrales hidroeléctricas suelen producir entre el 70 % y el 90 % de la energía del país. Al igual que el racionamiento de agua, en 2024 los cortes de energía obligatorios afectaron a las empresas de alimentos y bebidas. La Associated Press informó de que, en algunas ciudades, los cortes duraron hasta 10 horas al día durante más de un mes. Esto aumentó el pánico entre los pacientes que dependen de equipos médicos eléctricos.
Exportación agrícola inestable
Los efectos de la sequía son más evidentes en la agricultura. Entre 2019 y 2022, paralizaron la economía de Paraguay, el mayor exportador mundial de azúcar orgánico, el segundo mayor productor y exportador de stevia y el tercer mayor exportador de soya. La caña de azúcar es un cultivo que requiere mucho agua. El control de la humedad del suelo y el riego garantizan la eficiencia hídrica y promueven un mayor rendimiento.
En un giro de los acontecimientos en 2024, los agricultores paraguayos obtuvieron una cosecha récord de soya, pero los bajos niveles de los ríos en la vía navegable Paraguay-Paraná dificultaron el transporte. Las barcazas se cargaron con menos mercancía, lo que aumentó los costos y los tiempos de envío.
El clima seco ya no es una advertencia para los agricultores. Es una señal de estrés hídrico para ciudades, países y continentes. KISTERS se ha asociado con organizaciones que invierten en medidas para prevenir perturbaciones significativas causadas por el clima y el agua. Las estrategias incluyen el monitoreo continuo del nivel y la velocidad del agua, así como sistemas de alerta que crean conciencia sobre los riesgos relacionados con el agua. Además, la facilitación del intercambio de datos y las comunicaciones mejora la resiliencia colaborativa ante la sequía, inundaciones y riesgos relacionados.